1.- Odiar a Dios por encima de todo.
2.- Tomar el nombre de Dios en vano.
3.- Maldecir cada fiesta cristiana.
4.- Renegar de nuestros padres y mayores.
5.- matar.
6.- Cometer actos obscenos, impuros e inmundos.
7.- Robar lo que uno desea.
8.- Mentir como forma de vida. Ser hipócrita.
9.- Consentirse pensamientos lascivos, tóxicos, malvados y promiscuos.
10.- Codiciar los bienes del prójimo y no respetar la propiedad ajena.
Nuestra cultura del éxito fomenta la avaricia, la soberbia, la lujuria, laira, la envidia, la gula y la pereza, como forma de vida.
Acaso, ¿se ve en las relaciones la generosidad, la humildad, la paciencia, la castidad, la templanza, la caridad y la diligencia?
Seguimos ciegos a pesar de tener ojos para ver.
Seguimos sordos sin escuchar a pesar de tener oídos que oyen.
Seguimos mudos para hablar la verdad a pesar de que nuestra irrefrenable lengua no cesa de parlotear.
Seguimos mancos ante la necesidad de abrazar.
¿Qué pasa con nuestra humildad?
Vivimos sin vivir, con tanta velocidad que hasta el tiempo se nos escapa para disfrutar el presente. Las prisas por llegar a ninguna parte es el mantram diario. Qué pena que cambiemos la vanidad de este mundo por el único valor a nuestro alcance. La joya de nuestras vidas: el tiempo. ¿Sabes cuánto tienes? No hay moneda alguna que compre un minuto cuando te llega el momento de partir. Este no tiene fecha en el calendario.
¿De verdad crees que todo es azar? ¿Qué eres fruto de una evolución alienígena, o de civilizaciones más avanzadas, o de una azarosa evolución darwiniana? ¿Qué no somos parte de un plan cósmico y que la vida no tiene sentido ni propósito?
La sociedad ha renunciado al sentido de vida a cambio de pequeñas proporciones de poder para sentirse importantes y por encima de los demás. Basta con rechazar a quien te da vida y sublevarse contra la verdad que te ofrece libertad.
Dios es odiado, tanto como olvidado. Su nombre es continuamente mancillado, a muy pesar de que nadie lo conoce. Si olvidas a Dios, olvidas a quien lo manifestó, a Jesús, pues, Él abandera los valores de la Verdad, la esencia del humanismo. Y, frente a este olvido, la decadencia social, , la degradación humana y el caos por venir.
Se mata sin respeto alguno a la vida. Se roba sin respeto alguno al prójimo. Se miente sin respeto alguno a la verdad. Se codicia, se come sin medida, se agrade sin miramiento, se envidia y odia porque esta de moda. Se chulea porque se es superior al otro. Se vaguea porque sí.
¿Qué nos ha pasado?
Hemos perdido el entusiasmo, la pasión por la vida, por la verdad, por la libertad, por la temperancia. Hemos olvidado lo que nos mejora en pos de lo que nos empeora. Ya no destilamos brillantez, seguridad, paz. Somos como fuego que quiere prender lo que nos sustenta. Hemos perdido el norte, pero principalmente hemos perdido el Amor. Esa esencia que con tanto arte nos humaniza y nos eleva. El amor que todo lo aguanta y todo lo perdona, que aunque por sufrido en ocasiones, es benigno y misericordioso. Un amor que necesitamos, que da propósito de existencia, que no irrita ni crea rencores. Un amor del que fluye la felicidad y la dicha. De eso hemos huido, de eso nos escondemos. De Dios.
Humanidad, darás miles de rodeos en busca de la fuente de la sabiduría. De flor en flor buscarás las mieles de la dicha, de la plenitud y de la armonía. Y no las hallarás. Habrás de entender en esta vida, o en las
siguientes, que tú vives en Dios y Dios en ti. y cuando aceptes esta verdad absoluta, descansarás.
Cuando mil veces mueras, reirás con tu Creador. Reiremos de tanta aventura.
El hombre desde el alfa hasta su omega está diseñado para creer. Esta virtud le da carácter humano, y las obras lo definen.
¿Cómo defines al hombre de hoy? ¿Humano? Miras sus actos, escuchas sus palabras, intuyes sus intenciones, y te pones a temblar. Hasta los animales se respetan entre sí. ¿Cómo hemos caído en este infierno?
Un susurro nos dice que lo hemos creado nosotros mismos.
Dios, perdónanos porque seguimos sin saber qué hacemos.
JJ. Llinares Nadal